Los jóvenes que hacen su experiencia vocacional en la Academia Montecarmelo de los Heraldos del Evangelio, aunque no profesan votos y se mantienen en el estado laico, procuran practicar en toda su pureza fascinante los consejos evangélicos. Guardan el celibato y viven normalmente en comunidad, en un ambiente de caridad fraterna y disciplina. Se fomenta una intensa vida de oración y estudio, siguiendo la sabia directriz del Papa Juan Pablo II: “La formación de los fieles laicos tiene como objetivo fundamental el descubrimiento cada vez más claro de la propia vocación y la disponibilidad siempre mayor para vivirla en el cumplimiento de la propia misión” (Christifidelis Laici, 58). Esta vida comunitaria está disciplinada por un “Ordo de Costumbres”, una compilación de reglas que con el paso del tiempo se ha ido estableciendo voluntariamente entre los Heraldos del Evangelio. Reglamenta, según el carisma de la institución, todos los actos de la vida cotidiana de sus miembros, desde el modo de proceder consigo mismo en la intimidad, pasando por las relaciones entre los hermanos, en público y, sobre todo, en los actos más solemnes del día en que se reunen para rezar, cantar el Oficio o participar en la Liturgia.

Santa María Virgen y Reina

"La Virgen Inmaculada ... asunta en cuerpo y alma a la gloria celestialfue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el fin de quese asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señoresy vencedor del pecado y de la muerte".
(Conc. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n.59).

El pueblo cristiano, movido de un certero instinto sobrenatural, siempre reconoció la regia dignidad de la Madre del "Rey de reyes y Señor de señores". Padre y Doctores, Papas y teólogos se hicieron eco de ese reconocimiento y la misma halla sublime expresión en los esplendores del arte y en la elocuente catequesis de la liturgia.Al ser Madre de Dios, María vióse adornada por Él con todas las gracias, prescas y títulos más nobles. Fue constituida Reina y Señora de todo lo creado, de los hombres y aún de los ángeles. Es tan Reina poderosa como Madre cariñosa, asociada como se halla en la obra redentora y a la consiguiente mediación y distribución de las gracias.
Quiere la Iglesia que oigamos la voz de María pregonando agradecida a Dios los singulares privilegios de que la colmó. El Evangelio anuncia el Reino de Cristo, de donde fluye también el reinado universal de María.
Esta fiesta litúrgica fue instituida por Pío XII, y se celebra ahora en la octava de la Asunción, para manifestar claramente la conexión que existe entre la realeza de María y su asunción a los cielos. La piedad del medievo fue la que comenzó en Occidente a saludar con el título de Reina a la Santísima Virgen Madre de Dios, invocándola con las palabras: Salve, Reina caelorum; Reina caeli, laetare. Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

SALVE

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Tí llamamos los desterrados hijos de Eva; a Tí suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro múestranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

HIMNO

Reina y Madre, Virgen pura,que sol y cielo pisáis,a vos sola no alcanzóla triste herencia de Adán.
¿Cómo en vos, Reina de todos,si llena de gracia estáis,pudo caber igual partede la culpa original?
De toda mancha estáis libre:¿y quién pudo imaginarque vino a faltar la graciaen donde la gracia está?Si los hijos de sus padresToman el fuero en que están,¿cómo pudo ser cautivaquien dio a luz la libertad? Amén.

ORACIÓN

Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos.Reina dignísima del mundo, María Virgen perpetua, intercede por nuestra paz y salud, tú que engendraste a Cristo Señor, Salvador de todos.Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Fuente: EWTN

La misión de los Heraldos del Evangelio

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